La importancia de los espacios en tiempos de “quedarse en casa»

La crisis que estamos viviendo actualmente nos dejará muchas lecciones. Un virus que no vemos, ni olemos, ni oímos, pero que ha despertado nuestra fe en los dogmas de la ciencia, también nos ha movido el piso, las relaciones familiares, la mente, los deseos y las necesidades. Nos ha movido todo.

Algo que se ha hecho terriblemente evidente son las desigualdades de clase, que se muestran en las redes sociales y los diferentes medios, pues mientras unos tienen la oportunidad de tener una casa para “quedarse en casa”, otros más, no pueden hacerlo porque simplemente no la tienen y tal vez nunca la han tenido. En este sentido, también es importante hablar de los tipos de casas. Muchos dirán “hay que agradecer que tienes donde resguardarte”, pero tengo mis dudas si todas esas viviendas además de servir para resguardarse de una lluvia, sirven para resguardarse durante uno o dos meses seguidos, si esos espacios nos permiten seguir desarrollándonos como seres humanos y no quedarnos atorados en nuestras ansiedades.

¿Es más fácil pasar la cuarentena en un espacio amplio que en uno reducido? ¿Es más fácil pasar la cuarentena en un jardín con flores que en una casa que al abrir la puerta da a la avenida principal? ¿Es más fácil pasar la cuarentena en un una casa amplia, con salón de lectura y de juegos, que en una casa donde sólo tienes un par de habitaciones y son compartidas? ¿Es mejor pasar la cuarentena en un departamento en la ciudad que en una casa de campo, donde hay espacio suficiente para caminar o correr sin toparte con más personas que sean posibles portadoras del virus? Mi duda principal es: ¿Qué tan importante es el espacio que tenemos en nuestros hogares para poder vivir en ellos y no sólo sobrevivir?

Recuerdo que en marzo, cuando se empezó a hablar más ampliamente sobre el covid-19 en México, comenzaron a difundirse unas imágenes provenientes de China, en las que se mostraban las viviendas de los grupos empobrecidos. Espacios de 4 por 4 metros en los que vive una familia que está obligada a no salir para evitar contagios. Habitaciones que se dicen casas porque es lo que hay. Fue impresionante para mí ver esas fotografías de Benny Lam, que muestran las viviendas en las que las familias y las personas pasaron el encierro obligatorio. Todos los rincones estaban ocupados por algún objeto, ya sea muebles, ropa o utensilios de cocina. No sobraba espacio ni para colgar una fotografía de la última reunión familiar. En las imágenes se muestra que sólo cabía una cama pequeña, donde no había más que acomodarse, adaptarse. Entonces, me pregunté: ¿esa es una vivienda? ¿Cómo puede pasar alguien una cuarentena en ese espacio sin volverse loco?

Y después he ido reflexionando que así como esas viviendas de Hong Kong, hay muchas más en el resto del mundo. En México también, no sólo en las ciudades, sino en los pueblos y las comunidades indígenas. Son casas que a mi parecer sirven para dormir y resguardarse de una lluvia, pero no para vivir armónicamente ni para desarrollarse como seres humanos, ni como familia. Con esto no quiero decir que no haya familias que vivan ahí y hayan logrado adaptarse a la situación, sino quiero mostrar que esos espacios no son dignos para vivir, que representan las desigualdades sociales y de clase, que aunque nos podamos adaptar a esos espacios, no son humanos.

Todo esto ha traído a mi mente momentos terriblemente incómodos cuando estuve buscando una vivienda en la ciudad de Toluca, capital del Estado de México, cuyas condiciones de vivienda para muchos, no están muy alejados de las fotografías de Benny Lam. Contaré dos de mis experiencias más traumáticas con la relación espacio-precio en mi recorrido por esa ciudad.

Uno de ellos se anunciaba como “departamento para ejecutivos” cerca del centro de la ciudad. No soy ejecutiva pero decidí conocer las condiciones. Cuando la arrendataria abrió la puerta yo no vi un departamento, sino una habitación, tenía una cama pequeña y dos puertas, una de ellas daba a un baño pequeño y la otra a una estufa (no era una cocina, sólo era una estufa). Le comenté que estaba buscando un departamento para vivir con una amiga y me dijo que ese me quedaba perfecto y que si queríamos meter otra cama podíamos dividir con una cortina sin problema. Le agradecí por su tiempo y me fui. Salí triste e indignada porque me pareció una ofensa el espacio que rentaban como departamento para una persona o dos, además, el precio era de siete mil pesos mensuales. ¡No lo podía creer!

Después me dirigí a mi siguiente cita, que se anunciaba como “departamento pequeño para estudiantes”, pues se encontraba cerca de Ciudad Universitaria. El arrendatario me llevó a conocerlo. Al abrir la puerta me sentí encerrada a pesar de que todavía no entraba. Me dijo que en ese espacio, como era para estudiantes, podían vivir hasta 3 personas, que sólo era cuestión de acomodarse. Pasé a ver los cuartos sumamente pequeños, en los que apenas cabía una cama individual, el baño era tan reducido que seguramente ni ganas de bañarse daban.

Además habló de todas las prohibiciones del vecindario, entre ellas, no se podía ocupar el patio pues sólo era de paso para todos los inquilinos. En ese momento me dolió la cabeza y de nuevo no lo podía creer. Me dio mucho coraje que la gente pensara que un estudiante por ser joven no merece condiciones dignas para vivir. ¡Casi lloré! Así que decidí tomarme más días de búsqueda. Esos espacios son indignos, dije.

Y ahora, la crisis de la pandemia ha abierto el tema. En las ciudades hay menos espacio que en el campo para alejarse de un probable contagio del covid-19. Pero en las ciudades es un placer tener un balcón o un pequeño patio para salir a tomar el fresco. Los corredores de bienes inmuebles conocen el valor social y humano del espacio y le han puesto un precio muy alto. Si la casa que venden tiene más espacios abiertos, como balcones, jardines o patios, incrementa exponencialmente el precio. Ahora nos damos cuenta del porqué. El espacio es vida, es desarrollo, representa la oportunidad de estar a gusto en tu vivienda, de calmar las ansiedades y evitar los ahogos propios y familiares.

Sí, también las dimensiones de las casas, en el campo y la ciudad, representan los privilegios de clase. En el campo se puede tener más terreno, pero eso no significa que las casas sean más amplias, muchas de ellas lucen como las fotos de Hong Kong. Espero que esta enseñanza de sobrevivencia por la que estamos pasando, nos muestre el camino para valorar y exigir espacios más dignos para vivir. El discurso modernizador no puede ni debe robarnos el aire y la armonía en nuestras propias viviendas.

Dulce Reyes

Licenciada en Comunicación y Maestra en Estudios para la Paz y el Desarrollo, ambas por la Universidad Autónoma del Estado de México. Es periodista y se ha desempeñado también en la academia como investigadora de temas sociales.

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