Del “amor romántico” al feminicidio

Ma. Guadalupe Gómez Quintana

En México, 40 por ciento de los asesinatos contra las mujeres son cometidos por sus parejas o ex parejas, es decir, por quien dijo alguna vez amarlas, y en la mayoría de esas relaciones, que transitaron del amor al odio extremo, hubo señales de advertencia que no fueron detectadas por las víctimas, ni atendidas por las autoridades.

Las y los especialistas coinciden en que esas señales que se presentan en la conducta de un hombre, como los celos extremos, el consumo problemático de alcohol o drogas o sus reiterados (incluso presumidos) actos de violencia contra sus parejas, no son fácilmente percibidos por una mujer, ya que están ocultos en medio de un ambiente de amor “romántico”, que exalta las supuestas virtudes de la pareja.

El Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) advierte que ese tipo de “amor romántico” puede ser el disfraz de un “amor tóxico” y que puede llegar a un punto en que estalle en violencia, con golpes, insultos, humillaciones “y muchas veces culmina en feminicidio”. El amor tóxico está envuelto en mitos que dificultan que una mujer pueda reaccionar, denunciar y salvarse de la violencia, dice el organismo.

Entre estas falsas verdades está la idea de que el hombre fue violento porque perdió el control debido al gran amor que siente por su pareja y que lo desborda. Y a eso le sigue el arrepentimiento y las promesas de cambiar, acompañados de actos de ternura, regalos… hasta que vuelve a “perder el control”.

En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Dinámica de Relaciones en los Hogares, cuatro de cada 10 mujeres han sido víctimas de diferentes tipos de violencia de pareja y podrían ser, por tanto, potenciales víctimas de feminicidio. Se trata, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS), de un problema de salud pública de proporciones epidémicas y, por tanto, requiere adoptar medidas urgentes para prevenirla.

Control no es amor  

Uno de los indicios más frecuentes de que un hombre podría cometer actos de violencia contra su pareja, incluido el feminicidio, es su conducta de control coercitivo, de acoso, que se manifiesta, por ejemplo, en ubicarla por cualquier medio para saber en dónde está, en el control de sus salidas y entradas de casa, en “vigilar” sin las amistades de la mujer “le convienen o no” o en aprobar su forma de vestir o hablar, entre muchas otras.

Esas conductas casi siempre pasan inadvertidas por quienes rodean a la pareja, incluso por su familia, ya que no dejan huellas evidentes en el cuerpo de la mujer, como sucede con la violencia física, pero dañan igualmente su condición emocional y la van dejando en la indefensión, como advierten diversos estudios, entre ellos “Intimate Femicide: The Role of Coercetive Control”, realizado de Johnson, Eriksson, Mazerolle y Wortley.

Te cela ¿porque te quiere?

Entre las más comunes y falsas muestras de amor, que confunden a muchas mujeres y que pueden anteceder a un feminicidio, están los celos extremos. El doctor Alfredo Whaley, coordinador de la Clínica de Género y Sexualidad del Instituto Nacional de Psiquiatría “Dr. Ramón de la Fuente Muñiz”, aclara que esos celos patológicos son diferentes a los celos, es decir al sentimiento común y frecuente que tiene el ser humano a perder un ser querido.

La celotipia o celos patológicos “afectan más a los hombres después de los 30 años y se considera “una enfermedad irreversible que solo se puede controlar con medicamentos y atención psicológica”. Tienen un impacto social y laboral, “ya que se dejan de realizar las actividades cotidianas por vigilar a la pareja o ante el temor mórbido de un engaño”.

Provocan “violencia, agresión verbal, hostigamiento y una conducta extrema en que se utilizan formas de control sutiles, como llamar a la pareja de 10 a 20 veces en una hora con el pretexto de estar preocupados; recriminarle cuando no contesta el teléfono y hasta ir diariamente por la pareja a su trabajo, sin importar la hora o distancia”, así como revisar su teléfono celular y vigilar sus redes sociales.  Todo eso, dice, no significan protección, sino control y violencia.

Celos, alcohol y feminicidio

El consumo de alcohol en algunos hombres, tan presente en las escenas “románticas” que difunden los medios de comunicación, intensifica su conducta celosa, señala el doctor Whaley, ya que entre las secuelas que deja el consumo de alcohol están los celos patológicos, una conducta que se conoce como celotipia alcohólica.

Un estudio sobre las causas del feminicidio en México, realizado por el abogado Eduardo Ortiz Zambrano, de la Universidad Autónoma de Puebla, en 2016, reveló que un rasgo común entre los feminicidas es su consumo problemático de alcohol y de drogas.

Sin embargo, tanto la celotipia como el consumo de alcohol y drogas, lejos de constituir conductas agravantes para el criminal, se pueden convertir en atenuantes, aún en los ámbitos judiciales, bajo la idea de que “estaba borracho, no sabía lo que hacía” o “la quería demasiado y no soportó la idea de perderla”.

Ruptura, aislamiento y maltrato

Investigadores en el mundo coinciden también en que, entre los principales factores de riesgo de feminicidio o violencia severa contra la pareja, están la ruptura de la relación afectiva, es decir cuando ella decide terminar la relación por diversas causas, incluida la violencia de que es víctima. “Mía o de nadie”, suelen decir los feminicidas.

También, cuando una mujer no continúa un proceso judicial luego de haber denunciado violencia, porque lo perdonó, porque tuvo temor o porque se cansó de la ineficacia de las instituciones judiciales, con lo cual se desatienden del caso, dejándola en la indefensión.

De igual forma es un riesgo el aislamiento social en que se encuentra una mujer, provocado muchas veces por la conducta de control y los celos patológicos del hombre (“te quiero para mí solito”), así como el estado vulnerable en que se encuentra por un embarazo o parto reciente.

Y, por supuesto, hay riesgo si ella ha vivido anteriormente relaciones de pareja en donde era maltratada y cuando asume que hay “justificación” de la violencia que sufre, porque “lo hizo enojar” o “no se porta bien” a los ojos de su pareja. Por eso, es frecuente que el criminal, los medios y la comunidad afirmen que “se lo merecía”.

Muchas vidas se salvarían si las mujeres logran advertir las conductas de su pareja que, disfrazadas de actos de amor profundo, encierran amenazas de muerte. Para eso, dice el Inmujeres, “es necesario desarrollar un nuevo concepto de amor, una nueva ética del amor que enseñe a las mujeres a amarse a ellas mismas, para poder buscar “parejas más igualitarias, que les permitan ser más autónomas, más independientes”…  y menos románticas

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