«Y si fuego es lo que arde en los ojos de los jóvenes, luz es lo que vemos en los ojos del anciano». Víctor Hugo
¿Qué piensas cuando escuchas la palabra “anciano” o “adulto mayor”? ¿Una persona con experiencias, a punto de morir, alguien que ya no puede valerse por sí mismo, que ya no escucha o no ve bien? ¿Alguien enfermo, que está jubilado o jubilada y que se la pasa en su casa “porque ya debe descansar”? ¿O alguien que se encuentra en las calles trabajando en la informalidad, que no tiene para comer porque sus familiares lo han abandonado o porque lo dejaron a su suerte? ¿Piensas en alguien improductivo y carente de capacidad para seguir aportando a la familia y a la sociedad?
Más allá de pensar en nuestros propios abuelos, abuelas o padres y madres, esta reflexión que propongo, es para pensar en ese grupo social de adultos mayores y la manera en cómo pueden estar pasando la cuarentena y la crisis provocada por el Covid-19. ¿Dónde están ellos y ellas? ¿Qué están haciendo? ¿Qué están sintiendo? Quienes viven solos o abandonados, ¿cómo sobrellevan la cuarentena?
En México hay 15.4 millones de adultos mayores (60 años y más) lo que representa el 12.3% de la población total, de las cuales 1.7 millones viven solos (60% son mujeres y 40% son hombres). Cuatro de cada diez personas que viven solas son económicamente activas (41.4%) y 7 de cada 10 personas que viven solas presentan algún tipo de discapacidad o limitación, de acuerdo con información de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018.
Si bien, el 36.7% de las personas mayores que viven solas cuentan con una jubilación o pensión, el 36.6% viven de algún programa de gobierno y el 34.4% tiene como principal fuente de ingresos su propio trabajo, la realidad indica que esas personas se encuentran en alta vulnerabilidad, pues la mitad de los adultos mayores viven en pobreza, muchos de ellos se enfrentan a la discriminación laboral y social o perciben una pensión miserable, además muchas y muchos, han perdido sus redes de cuidados y están abandonados.
De acuerdo con la información proporcionada por la OMS, la Secretaría de Salud de México y el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, los adultos mayores de 60 años y las personas que viven en hogares de ancianos o lugares de cuidados a largo plazo, tienen el mayor riesgo de enfermarse gravemente con Covid-19. Y esto incrementa en quienes padecen diabetes, hipertensión, obesidad o enfermedades crónicas o autoinmunes, que generalmente son las personas con mayor edad. Esto no quiere decir que los niños, jóvenes o adultos jóvenes no sean propensos al contagio o a una enfermedad grave, al contrario, tienen la misma probabilidad de infectarse y de propagar la enfermedad, pero las pruebas hechas a nivel mundial indican que estos grupos de edad tienen menos probabilidad de desarrollar una enfermedad grave.
Cada vez que leo o escucho esta información, me pregunto ¿qué sienten o piensan los adultos mayores al saber esto? ¿Sentirán miedo o angustia por poder enfermarse de Covid-19, o resignación por ser la población más propensa a enfermar gravemente? ¿Pueden seguir las recomendaciones que hace la Secretaría de Salud para evitar infectarse? ¿Hay alguien que los apoye para hacer sus compras, ir al médico o realizar sus actividades generales? ¿Tienen fortaleza para hacer ejercicio en casa o realizar actividades recreativas como las que les sugieren los medios de comunicación? ¿Tienen jabón para lavarse las manos de entre 10 y 20 veces al día como les sugiere la Secretaría de Salud? ¿Cuentan con apoyo intergeneracional o comunitario para atender sus necesidades básicas de alimentación, compañía y comprensión? ¿O deben trabajar todos los días para poder comer, sin ninguna medida de prevención?
Sé y he sentido la vulnerabilidad de la vida en estos momentos de pandemia. Se siente miedo y desesperación, ansiedad e impotencia, angustia y resignación. ¿Qué sentirán ellos al saberse más vulnerables? ¿Cómo se informan sobre lo que está sucediendo y las redes de apoyo solidarias de las que pueden servirse? Una de las recomendaciones principales es no visitar a los ancianos, porque los podemos contagiar, eso, es necesario sin duda, pero tiene importantes consecuencias.
Deseo que los adultos mayores que viven solos o que han sufrido la pérdida de su pareja o algún ser querido, quienes no han podido hacer la cuarentena porque deben trabajar, o quienes no creen que exista la enfermedad porque la información que les ha llegado es falsa, puedan encontrar fortaleza y compartir el tiempo y sus emociones con alguien en este tiempo de cuarentena. ¡Pensar y apoyar a los adultos mayores sería un gran acto de solidaridad!