Dentro de 20 años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las cosas que sí. Mark Twain
Hace aproximadamente 10 años llegó a mí una de las frases más contundentes que he escuchado, pues me permitió entender mucho de las sociedades y su construcción cotidiana. Alguien me dijo: “Hay sólo dos tipos de personas en este mundo: las que hacen y las que ven hacer. ¿De cuál quieres ser tú?”. Después de escuchar esto, mi mente revolucionó, pues ser el primer tipo de persona requería mucho esfuerzo y tiempo, requería dejar la vida en ese “hacer”, pero ser el segundo tipo de persona, era más costoso, pues requería acostumbrarse a lo existente, sin más.
Después de algunos minutos de reflexionar aquella frase, decidí que estaba segura, a pesar de todo, que quería ser de esas personas que hacen el mundo, que construyen sueños y que los echan a andar. Jamás fue opción ser el segundo tipo, no me quedó ese saco. Aún sigo aprendiendo cómo hacerlo, pero continúo con la misma convicción.
Cuento esto porque quiero platicar acerca de la importancia y la necesidad que tenemos de hacer cosas no sólo para nosotros mismos, sino para los demás, con fines sociales, para el beneficio de otros y otras, por el simple hecho de que eso le hará bien a alguien, y a su vez, a nosotros mismos, como parte de esa misma sociedad. Le llamaremos activismo social, un concepto que nos lleva a pensar en el “hacer” con un enfoque de cambio, de transformación del entorno, de beneficio colectivo.
¿Por qué alguien sería capaz de dedicar su tiempo y su esfuerzo en el desarrollo de una idea o proyecto que no le remunere económicamente? ¿Por qué alguien sería capaz de defender los derechos humanos de otro, a pesar de que no ha sido víctima de lo mismo? ¿Por qué alguien se preocuparía por otro más vulnerable o con mayores necesidades?
Creo que la respuesta se puede esbozar hablando de la capacidad humana de indignarnos por las injusticias y las desigualdades. Parece simple, pero es complicado en un entorno individualista y altamente mercantilizado, en el que se sobrevalora la idea de éxito monetario y se subestima la ayuda humanitaria.
Sin embargo, quienes han logrado históricamente una transformación, ha sido porque se han dedicado a “hacer” a pesar de las circunstancias, quienes han sido valientes y se han arriesgado a ser tachados de locos y locas. Veamos dos experiencias de ese “hacer” que nos devuelven la esperanza en la humanidad.
En primer lugar, hablaremos de “Semillitas”, una aventura musical, en la que las ideas florecen. Es un programa de radio que tiene como eje central la difusión de la cultura y la música a través de contenidos pensados y realizados por y para las infancias. Niñas y niños de Oaxaca, apoyados por Italivi Elorza Velasco, desarrollan un proyecto radiofónico que les permite aprender del mundo que les rodea, y a la vez, enseñar a otros niños y niñas.
Es un proyecto que se desarrolla con la intención de superar las ideas adultocéntricas y de posicionar a niños y niñas en el centro de los contenidos que van dirigidos a grupos de su edad. El proyecto, que surgió como parte de un laboratorio de radio, es totalmente independiente, no cuenta con apoyo de ninguna institución pública ni privada y es un espacio escuchado en varias partes de Oaxaca, principalmente en Miahuatlán de Porfirio Díaz, en donde se desarrolla la idea.
En otra parte del mundo, se encuentra “Open arms”, una organización no gubernamental y sin ánimos de lucro que tiene la misión de vigilar y salvar embarcaciones de personas que necesitan auxilio en su cruce por el mar mediterráneo, además, trabajan en la información y sensibilización comunitaria que le permita a las personas que migran, tomar decisiones con más conocimiento y libertad.
Se trata de un grupo de socorristas profesionales que se han organizado para evitar que más gente muera en su intento de huir de la precariedad en la que viven en sus países. Se financia con aportaciones de la sociedad civil y su principal objetivo es que nadie se muera en el agua. “No es sólo la obligación legal, la obligación moral, sino que es biológico, actuar, rescatar”, como afirma uno de los socorristas.
Ambos ejemplos nos muestran que activar-nos para cambiar el mundo, se puede hacer desde diferentes frentes, porque las necesidades son muchas, a causa de las desigualdades, violencias e injusticias mundiales. Así que, toca “hacer” en nuestro entorno cercano, algo para que nos llamen locos o locas, algo que no remunere económicamente pero que sí enriquezca nuestras vidas y distribuya bondad en nuestras sociedades.
Además, la pandemia nos ha mostrado que no podemos hacer nada sin los otros, requerimos del acompañamiento, del calor humano y del golpe en la espalda para seguir avanzando. Necesitamos dar y recibir, caminar de la mano de alguien más, saber que si uno cae habrá alguien para levantarlo. Es decir, el mensaje de fondo es que nos necesitamos, debemos pensar nuestras acciones ancladas a los otros, otras y a nuestro entorno. Por ello, los proyectos colectivos en beneficio de la sociedad mexicana son de suma importancia para el bienestar y desarrollo social. Nunca deben de dejar de existir, al contrario, se deben multiplicar en todos los rincones donde se pueda. ¡Hagámoslo!