Por enero de 2006 este reportero preguntó al exsecretario de Educación Pública, José Ángel Pescador Osuna, por qué no participaba como candidato a senador o diputado federal y su respuesta ubicó muy bien el comienzo de un largo ciclo, muy infamante, de la política en México.
— Me invitaron del PRI –dijo–. Me negué en automático. La política está muy envenenada. Son tiempos de canallas–, interpretó.
Ese año, en efecto el ambiente político era más degradante de lo normal y así se reflejaba en la prensa especializada en política:
Del PRI se exponían serias fisuras por su candidato Roberto Madrazo Pintado;
En el PAN no restañaban las fracturas por las imposiciones del foxismo y el amotinamiento del “hijo desobediente” Felipe Calderón Hinojosa.
Más que todas aquellas algaradas, en la prensa política se extendió una inquina propagandística que acuñó Antonio Solá, consultor publicitario al servicio del PRI: “AMLO es un peligro para México”.
La mayor parte de la opinión publicada y de la opinión política, desde antes de que tomara posesión Andrés Manuel López Obrador, se enfocan en contra o a favor de la imagen presidencial intencionalmente buscan desacreditar cada medida notable. Lo irónico es que en más de dos años de ese clima que pretenden hacerlo nacional y califican como polarización social, éste se ha quedado en nichos focalizados un tanto distantes de la opinión pública mayoritaria, como lo demuestran todas las encuestas.
El inquina de estos días
Sólo en lo que va de febrero quien busca información en los medios impresos, electrónicos y en internet encontrará mucha información sesgada y cruces de opiniones que parecen debates intensos, prolongados y generalizados, sea por las tareas inusualmente encargadas a las fuerzas armadas, por la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, por el contagio y el no uso de cubrebocas del presidente, por el proyecto de reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, por la intención de regular a las redes sociales, por la presunta desaparición de algunos institutos autónomos, por la promoción del senador Félix Salgado Macedonio y, entre otras cosas, sobre todo por las vacunas, el plan de vacunación y los dichos del subsecretario de Salud, Hugo López Gatell.
Empero, sólo parecen debates. De los dos bandos, se manipula la información cierta y se añaden conclusiones sin sustento, insidiosas muchas de ellas contra las personas y no a los hechos comprobados o a las ideas. Es ponzoña.
Quien revise los datos que se manejan en esos tipos de opiniones o criticas acres, en buena parte de los casos serán incompletos y con interpretaciones forzadas para poder acusar.
Así ocurre con las afirmaciones de que “el presidente inauguró un aeropuerto sin terminar” cuando se informó previamente que solo inauguraría los pistas militares;
O como el acusar que quiere eliminar los institutos autónomos cuando ya se aclaró varias veces que permanecerían el Instituto Nacional de Transparencia, (INAI), la Comisión Reguladora de Energía y el Instituto Federal de Telecomunicaciones entre otros. Y así en cada tema.
Los opinadores hipercríticos a la gestión presidencial son mayoría, como lo verificaron en el área de análisis de presidencia en dos comparativos y eso que solo revisaron textos de columnistas y articulistas; no incluyeron conductores de noticieros en radio y televisión ni a las decenas de pensadores “libres” en internet.
Un tema que se subió desde hace diez meses a los medios de prensa y en redes sociales como objetivo de la hipercrítica es Hugo López Gatell, convertido en una especie de costal de golpeteo sistemático, tanto que se generalizó el apodo peyorativo del “Zar del Coronavirus”.
Pero la opinión pública es distinta.
La opinión pública, definida como el pensamiento común de sectores y/o la mayoría de las personas acerca de un asunto, es distinta de la opinión publicada y de la opinión política porque estas las externan grupos bien identificados entre sí en los medios masivos.
Las dos formas más seguras para conocer la opinión, tendencias y/o comportamientos de la opinión pública son mediante encuestas de opinión y elecciones. La opinión publicada y la opinión política han buscado convencer a la mayoría de la opinión pública y no parecen lograrlo.
Eso desconcierta a los opinadores hipercríticos. A pesar de tantas opiniones contrarias en los medios de comunicación y por tanto tiempo, la aceptación ciudadana sobre el presidente López Obrador no mengua, aunque obtengan bajas calificaciones algunas de sus políticas sobre seguridad, de economía y otras.
Incluso los diez meses de hipercrítica a López Gatell, no han logrado mayoría de la opinión pública.
Véase la encuesta del 14 de febrero de 2021 de Consulta Mitofsky sobre El Coronavirus. Se precisa haber entrevistado a 1,000 mexicanos mayores de 18 años con dispositivos móviles inteligentes con acceso a internet. La estimación se basa en la estratificación de cuatro variables demográficas (Población por entidad, sexo, edad y escolaridad).
La proyección se basa entonces en que la población mayor de 18 años y más en 2020 sería de 83 millones 452 mil 050 personas y de este total el 72 por ciento es la cantidad probable de personas que tiene acceso a internet, lo que resultaría en 60 millones 085 mil 476 personas. Esta es la población probable que representa la encuesta de Mitofsky.
Así, en cinco meses de distancias, entre el 2 de agosto de 2010 y el 14 de febrero de 2021, la cantidad de personas encuestadas que aprueban la forma que el presidente ha manejado la crisis del coronavirus subió 4.2 por ciento, esto es más de 2 millones y medio probables para totalizar un 54 por ciento de la población adulta con acceso a internet (ver gráfica).
En el caso de López Gatell en esos cinco meses aumentaron en poco más de un millón las opiniones malas, pero en contraste subieron 1 millón 682 mil 392 más las opiniones favorables. Esto significa que el porcentaje que lo aprueba subió de 49.8 a 52.6. También es la mayoría de la población proyectada en esta encuesta.
Desprecio al buen periodismo
Sí existen varias explicaciones sobre esta distancia entre las opiniones publicadas y políticas con la opinión pública.
En el centro de las comprensión hay que colocar los cambios recientes en los medios de prensa que hace mucho se calificaba como el cuarto poder pero que ahora, sobre todo los grandes corporativos (por sus distintas crisis al modelo de negocios) desprecian la información de servicio a la sociedad para privilegiar la practica descarnada de opiniones que pretenden conducir a la mayoría de población a su oposición política.
De las elaboraciones más recientes sobre esto hay que referir una sobre medios periodísticos en Estados Unidos y otra de la prensa en México.
El estadunidense Jerry A. Coyne publicó el 03 febrero 2021 en la Revista Letras Libres de México un ensayo donde concluye que “la objetividad de la cobertura informativa ha dejado de ser un fin para muchos medios mainstream (tradicionales). Eso implica la muerte del buen periodismo”.
Los medios, sostiene «han entrado una fase posperiodística en la que la objetividad de la cobertura informativa ha dejado de ser un fin. Ese objetivo ha sido sustituido por un periodismo que satisface a una audiencia de nicho… Implica un desgarrador giro desde un periodismo de los hechos a un “posperiodismo” de opinión»
Otra reflexión, es del periodista mexicano doctorante en Derecho a la información, Gerardo Albarrán de Alba en la Revista Zócalo de febrero de 2021. Su ensayo se llama La prensa mexicana: de la subordinación del pasado a la construcción del futuro. Allí asevera lo siguiente:
“Asistimos a un momento clave para la reconfiguración del modelo de negocio de los medios en México, basado históricamente en la dependencia y subordinación del poder político en turno.
“Los medios pueden aprovechar la oportunidad para ganar su independencia y servir a la sociedad, o seguir apostando –como muchos lo hacen todavía– a que la presidencia de Andrés Manuel López Obrador será sólo un paréntesis en el negocio de la connivencia y complicidad con el status quo al que han servido y del que han vivido.”
En resumen, aquella canalla política que comenzó a mostrarse en 2006 se reavivó tras el triunfo Electoral de López Obrador en 2018 con la diferencia de que ahora, más que nunca, invadió más al periodismo profesional para trastocar aún más las normas tradicionales informar para servir a la población con análisis bien hechos y en cambio privilegiar la opinión prejuiciada, aunque resulte con poco sustento. Eso inyecta toxinas a las relaciones entre políticos y de estos con la sociedad.
Por fortuna, ese tipo de periodismo todavía no convence a la mayoría de la opinión pública. ¿Lo confirmaremos en las elecciones de junio?