¡Familias dañinas!

“Aunque mi mami me haya pegado tan fuerte y no sé por qué, yo la amo mucho”
Niña de 9 años

La palabra familia, tiene una connotación positiva en la sociedad mexicana, pues hace referencia a la unión, compañía y solidaridad colectiva en nuestro núcleo más cercano. Es una palabra que al mencionarla suena romántica. La familia es una institución que organiza a un grupo consanguíneo o de hecho, que se relaciona constantemente de manera física y emocional. Y claro que la familia tendría que ser ese grupo que nos permitiera ser felices y desarrollarnos como personas. Sin embargo, no siempre es así, algunas veces estar en familia se convierte en un obstáculo, pues puede vulnerar nuestros derechos y violentar a cualquiera de sus integrantes, ya seas niños, niñas, jóvenes o adultos.

Demos un ejemplo: En 2019 se registraron 239 mil 219 carpetas de investigación por delitos contra la familia, considerada la cifra más alta que se haya registrado en México, de acuerdo a la organización México Social. Tan sólo en los primeros tres meses de 2020 se registraron 288 mil 737 denuncias, ya sea porque la violencia incrementó o porque las denuncias lo hicieron. Sin duda, esto indica que los ambientes familiares sanos parecieran ser en muchos casos, sólo un idealismo, y en la realidad, se viven verdaderos infiernos a puertas cerradas.

De acuerdo a lo que establece el texto “¿Qué es la violencia familiar y cómo contrarrestarla?” de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), es obligación de todos los integrantes de una familia, tratarse con respeto, ya que esto “permite convivir pacíficamente, en un ambiente libre de violencia, con confianza para expresar las ideas y sentimientos. Nadie tiene derecho a maltratar o atentar contra la dignidad de las y los demás”.

Lamentablemente, el núcleo familiar puede convertirse en un lugar que lacera y genera temor, ya sea por la violencia directa o por los impactos de mirar violencia en el hogar. Hace un par de días, una pequeña de 9 años me platicó que cuando tenía 5 años vio cómo el novio de su mamá estaba a punto de matarla, pues le apretó el cuello con todas sus fuerzas, por lo que ella, a su corta edad, tomó un cuchillo y le cortó la piel a ese hombre, para defender a su madre. El hecho mismo y la forma en cómo lo recuerda es un indicio de que esa escena ha marcado su vida, ahora dice que ella sabe defenderse de los hombres que maltratan a las mujeres. Su gesto duro me indica que es verdad.

La violencia intrafamiliar es considerada como “un acto de poder u omisión intencional, dirigido a dominar, someter, controlar o agredir física, verbal, psicoemocional o sexualmente a cualquier integrante de la familia, dentro o fuera del domicilio familiar”, según información de la CNDH.

Este tipo de violencia, es una situación de extrema victimización a ciertos integrantes de la familia, quienes tienen consecuencias difíciles de afrontar. Por ejemplo, se afecta el desarrollo intelectual, la autoestima, la creatividad y la capacidad de relacionarse con otros. Muchas de las personas, principalmente que han sido víctimas de violencia intrafamiliar a temprana edad, sufren depresión, agresividad, disminución en su rendimiento escolar o se relacionan con personas o grupos que les alientan a realizar algunas conductas ilícitas. Sin embargo, no es una generalidad, pues en ocasiones, quienes son víctimas de violencia, encuentran un camino de superación y estabilidad personal y profesional, a partir de trabajo interno y grupal.

Las diversas instituciones nacionales e internacionales defensoras de derechos humanos, reconocen que todo integrante de una familia tiene derecho a que se le respete su integridad física y moral, sus creencias y costumbres, su intimidad, diversión y esparcimiento. También tienen el derecho a que se les escuche y se les trate con respeto, además de poder decidir libremente sobre su sexualidad, educación, trabajo y manifestar sus opiniones, ideas y gustos cuando así lo necesiten.

Todo parece indicar que una familia que cumpla con su responsabilidad en la sociedad, debe cuidar, comprender, compartir y amar, no agredir, gritar, prohibir, menospreciar y ejercer poder. “Mi familia fue mi abuela, porque me dio amor, cariño y comprensión”, dice David, quien en su infancia sufrió una violencia terrible por parte de su madre, por lo cual, su abuela tuvo que rescatarlo y cuidarlo mientras estuvo viva. Ella se convirtió en su verdadera familia.

En la actualidad, con la variedad de tipos de familia y dinámicas sociales, es necesario imaginar y crear nuevas formas de crianza y convivencia en los hogares. Esta dinámica tiene que ser más cercana a la comprensión, solidaridad, respeto y ternura. Entender que lo que pasa en el hogar, como sea que esté constituido, afecta directamente a los individuos y su vida cotidiana, permite comprender la urgencia de educar y convivir sin violencia, gestionando los conflictos que surjan y probando otras maneras de estar en comunidad. ¡Tratemos de formar familias menos dañinas!

Dulce Reyes

Licenciada en Comunicación y Maestra en Estudios para la Paz y el Desarrollo, ambas por la Universidad Autónoma del Estado de México. Es periodista y se ha desempeñado también en la academia como investigadora de temas sociales.

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