A pesar de la emergencia nacional, colaboradores del primer círculo de Andrés Manuel López Obrador siguen atentos a la aparición de las encuestas, porque en todas ha ido bajando la aprobación ciudadana al presidente de la República y ha crecido, casi simultáneamente, la desaprobación colectiva. Algunos interpretan como una causa a la mayoría de columnistas políticos por “criticones que descalifican todo”. Esto es inexacto y reduccionista.
Hasta ahora no hay un indicador estadístico que confirme cuál es la relación entre el ejercicio crítico de columnistas y articulistas en medios de prensa con la caída en la aceptación presidencial.
La percepción empírica de quienes observan la comunicación política refleja que sí se desarrolló un clima de tensión del centro motor presidencial con gran parte de columnistas, en especial los que son referencia de la opinión pública.
Las inferencias en Palacio Nacional anidaron por el aparente paralelismo entre el descenso en la aprobación presidencial y el crecimiento de las “críticas” de comentaristas como no se veía en décadas. Pero, el maniqueísmo de algunos sedicentes analistas, la adjetiva como “estrepitosa” y por el otro lado se acusa generalizando que “los columnistas y demás prensa chayotera” son parte y/o cómplices de “quienes quieren que fracase el presidente”. Maticemos:
No cae como en tobogán
Las encuestas de las empresas serias en México son de los pocos recursos, derivados de las ciencias exactas, que ayudan a reflejar los estados de ánimo de las mayorías en las sociedades, pero sus resultados serán siempre aproximaciones del momento. Eso es lo primero que debe analizarse en los climas políticos en lugar de adjudicar males sociales por el mero comportamiento de individuos, como lo sustenta Philip Ball, el doctor en física de la Universidad de Bristol y divulgador de la ciencia, en su influyente libro Masa Crítica. Cambio, caos y complejidad.
“Con la estadística llegó la noción de probabilidad” sostiene Ball. Y en un ambiente de probabilidades, quién observe el conjunto de las encuestas recientes sobre aceptación presidencial verá tendencias en el mejor de los casos y no certezas, notará resultados a veces muy disímbolos, según la seriedad y metodología de cada empresa (véase Oraculus.mx).
En la mayoría de las encuestas la aprobación al presidente aún mantiene rangos muy altos que van del 47 por ciento de los encuestados (GEA-ISA) al 62 y 63 por ciento (Demotecnia y Parametría).
Si estos porcentajes reflejaran al total de ciudadanos empadronados en el INE hasta el 20 de marzo, supondría que a López Obrador lo aprueban muchas más personas que las que votaron por él. Aún en el índice más bajo de GEA-ISA lo aprobarían más de 42 millones de personas que contrastan con los 30.11 millones de votos que obtuvo en julio de 2018. (Ver cuadro)
Como se observa todas las encuestas reportan disminución, pero no es caída en tobogán como pregonan adversarios formales de partidos y comentaristas con causa y columnistas desfigurados. “Más allá de las cifras hay que preguntarse no sólo cómo se comporta la sociedad, sino por qué”, les espetaría Philip Ball.
Columnismo sobrevalorado.
Tampoco hay estudios analíticos recientes que reflejen la difuminación de la enorme influencia que tuvo el columnismo político mexicano. También empíricamente se observan dos causas probables: el decantamiento paulatino de su credibilidad por el aluvión de opinadores a lo Borras (con el hígado y a lo pendejo decían en mi barrio) que no respetan este género del periodismo profesional; y por la inundación de veredictos sin juicio en el ciberespacio.
Algunas veces bromeamos en los talleres de actualización profesional de periodistas, que la prensa fue trastornándose a sí misma desde los años ochenta del siglo pasado y engendró un Partenón a la mexicana, al permitir que cualquiera hiciera columnas políticas como si fuese un género fácil de realizar. Poco a poco configuró una parodia de aquella construcción griega de muchas columnas, de la que hoy solo quedan vestigios ruinosos. Los columnistas profesionales reivindican el género y no son muchos.
Hoy, sobre todo en las “benditas redes sociales, sobran opiniones pergeñadas por personas improvisadas, informados culturalmente, que recortean en internet, sin método de análisis, que pontifican en cualquier tema y mágicamente se tornan feministas de una semana a otra y que ahora aparecen como inmunólogos y epidemiólogos en el caos y avivan la entropía –involuntaria o interesadamente–. Los hay de un lado y otro en rededor del régimen presidencial con noticias falsas, verdades a medias o condenas directas.
Entre los columnistas, los públicos pueden reconocer a quienes, si asumen las normas del género, cuya base implica ofrecer descripciones (información) para sustentar sus prescripciones. Son bastante los que si abrazan lo que sostiene el científico Philip Ball: “Los teóricos de la política tienden a ocuparse de lo que debería ser, los científicos (en este caso los columnistas serios) se centran en lo que es”. Ejemplos de columnistas que reportean para cimentar sus opiniones son Raymundo Riva Palacio, Julio Hernández López (Astillero), Roberto Fuentes Vivar, Martha Anaya, Enrique Quintana…
Entre los cientos de columnas políticas conocidas en todo el país y los textos de los articulistas regulares probablemente cumplan con las características del género un 15 por ciento. La mayoría de este porcentaje, unos 30, aparecen en el servicio México en Síntesis, que ofrece diariamente Andrés Alejandres, y casi con seguridad son los mismos que observan y con frecuencia satanizan en la presidencia de la República y sus replicadores en las redes sociales para crear un ambiente de tensión contrahecho por no aceptar el valor de la crítica periodística ni identificar cuando es sincero el trabajo del mensajero.
La mayoría de esos 30 son críticos, pero no son homogéneos. Buena parte son sinceros en su actitud frente al gobierno federal y su presidente (Ver cuadro), algunos pocos se identifican bien porque sin disimulo destilan antiamlismo sistemático que por ello son señalado de ser parte de concertaciones opositoras como Ricardo Alemán, Pablo Hiriat, Carlos Loret de Mola.
En resumen, es muy relativa y poco probable la afirmación de que las y los columnistas sean una sola corriente y una de las causas mayores de la baja en la estimación presidencial. Las críticas a la gestión del aparato federal son tan altas como la proporción de la ciudanía que aún apoya mayoritariamente a López Obrador. Los análisis que sobrevaloran están incompletos y pocos sustentados.