Cuando ese 24 de diciembre de 1914 la Compañía A del Primer Ejército inglés de Norfolk llegó a la zona de trincheras, en Flandes, Francia, reinaba una extraña quietud.
Los británicos llegaron a reforzar las líneas del Ejército francés que allí se encontraba a unos metros del frente Alemán.
Eran los tiempos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que recibió el nombre de la Gran Guerra, por ser el conflicto bélico que involucró hasta entonces a la mayor cantidad de países y por producirse en más de un continente.
En una de las batallas producidas en territorio belga, cerca de Ypres, los dos frentes esperaban un movimiento del enemigo precisamente en Nochebuena.
No hicieron más que alistarse, cuando del lado alemán el canto de villancicos rompió el silencio.
Con recelo, unos pocos comenzaron a salir, y los alemanes hicieron lo mismo. Al principio sólo dos o tres se animaron y grande fue la sorpresa de los británicos cuando los alemanes, hablando en inglés, les deseaban una feliz navidad, a la par que estrechaban sus manos.
El miedo al peligro y a la muerte se disipó y todos los soldados salieron y repitieron los saludos. Un soldado inglés, A. Wyatt se asombró que muchos soldados alemanes fueran personas mayores. «Pueden ser nuestros padres», escribiría a su familia.
La mañana siguiente se mantuvo la tregua que ellos mismos decidieron,ignorando a sus superiores que estaban a cientos de kilómetros de distancia.
Ambos bandos decidieron no disparar sus armas e intercambiar la comida de la que disponían.
Alguien aprovechó el ambiente festivo para rescatar un balón que tenía guardado en la trinchera y así disputar un partido sobre el mismo campo de batalla con casi un centenar de jugadores y los cascos haciendo de improvisadas porterías.
«Mi nombre es Tom Palmer y soy soldado escocés del Imperio Británico. Solo tengo una orden: matar alemanes. Y hoy, día de Navidad de 1914, he jugado al fútbol con ellos», decía este soldado en una de las cartas mandadas a sus familiares.
Esta tregua quedó simbolizada a través de un par de esculturas, una en Gran Bretaña, la que eterniza a dos soldados, uno inglés y otro alemán y en el medio, una pelota de fútbol.
Se llama «All together now» y es obra de Andy Edwards de Stoke. Y otra fue inaugurada en Bélgica cuando se cumplió el centenario del inicio de la Gran Guerra.