Quienes hemos tenido la oportunidad de transitar por la juventud, sabemos que es una de las etapas que le permiten al ser humano ampliar sus horizontes, crecer como persona, enamorarse a morir y aventarse a cumplir sueños de antaño. Es una etapa nada sencilla pero que brinda grandes oportunidades de transformación.
En México hay 30.6 millones de jóvenes, de entre 15 y 29 años, que representan el 25.7 % de la población, de los cuales, 50.9 % son mujeres y 49.1% son hombres, según el INEGI. Si bien, son edades en las que se tiene toda la energía para hacer y deshacer en el mundo, también es una etapa que se caracteriza por su complejidad y estigmatización. Ser joven, para los adultos, es vivir la vida loca, estar en las redes sociales y no tomarse en serio las cosas.
Sin embargo, en la actualidad, los y las jóvenes se enfrentan a escenarios obscuros: violencia contra sus cuerpos y sus ideas, precarización de su trabajo y sus saberes, invisibilización de sus emociones, estigmatización de sus formas de vida, represión de sus prácticas de recreación, pero sobre todo, a la ignorancia de sus necesidades por parte de los adultos, que no hacen más que culparlos de un mundo en el que les ha tocado nacer.
Se les ha timado al prometerles que estudiando y trabajando arduamente podrán tener una mejor vida, a sabiendas que la realidad indica que la posibilidad de ascenso en los estratos económicos en México es prácticamente imposible. Según el “Informe de Movilidad Social en México 2019: hacia la igualdad regional de oportunidades”, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, 74 de cada 100 mexicanos que nacen en pobreza, no logran superar esa condición, esto significa que no sólo no logran mejorar su situación económica, sino que tampoco logran mejores condiciones en salud, educación y libertades.
Se les explota laboralmente, incluso “supervisados” por el gobierno mexicano. Hace unos días, algunos jóvenes en Morelos, que forman parte del programa federal “Jóvenes construyendo el futuro”, tuvieron que protestar porque dos empresas, D & C Jiménez e Iwet Concept de México S.A de C.V., los obligaban a dar parte de su beca, por lo que consideran que dicho programa es un fraude. Salieron a las calles para exigir que sean tratados con dignidad, aunque es bien sabido que las empresas lo menos que ejercen es un trato digno frente a sus trabajadores, y más si son jóvenes.
También, ellos y ellas, se enfrentan a situaciones de violencia terribles, como el abuso sexual, físico, violencia intrafamiliar, vivir en zonas en conflicto, pobreza, desnutrición, entre otros. Estos son determinantes sociales que han deteriorado su salud mental, y han tenido como consecuencia mayor ansiedad, trastornos alimenticios y afectivos, según información del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente. Estas condiciones intolerables, los y las han arrastrado al suicidio, considerada la segunda causa de muerte entre las personas de 15 a 19 años en el mundo, según datos de la ONU.
Por otro lado, los y las transexuales mexicanas, buscan sobrevivir todos los días en un país considerado el segundo más letal para transexuales, después de Brasil. Tan sólo en 2019, fueron 16 las mujeres transexuales reportadas como asesinadas. Sí, la mayoría jóvenes, ya que su esperanza de vida no les permite llegar a más de 35 años.
Pero aunque navegan a contracorriente y están sumidos en un sistema que los margina y asesina, es importante que no bajen la guardia, y dejen de cargar sobre sus espaldas un modelo económico que trata de responsabilizarlos de lo que ocurre a su alrededor. Deben ser propositivos, sí, pero ante todo, mirar a su alrededor y exigir mejores condiciones de vida, tiempo y recursos para recrearse. No todo es trabajar y estudiar, eso apenas es parte de la estrategia de control del sistema político y económico. También existen sus intereses, sus sueños, sus pasiones, sus necesidades. Son seres humanos, no máquinas de producir.
Ellos y ellas, son jóvenes que buscan mejorar sus condiciones de vida, que buscan salida de un entorno violento y desagradable, en un país que busca exterminar sus cuerpos y sus ilusiones. Que han sido encerrados en fosas clandestinas por haber nacido y crecido en los lugares olvidados por el Estado, sitios que han sido arrinconados en la periferia de la historia y del bienestar social. Que nadie los busca y todos los juzgan. En estos tiempos, ser joven en México, es un viacrucis.
Pero claro, deben también seguir luchando todos los días por mejorar sus condiciones, porque aunque hayan nacido en un país corroído por la corrupción, la violencia y el neoliberalismo, han entendido que su lugar y sus vidas pueden estar mejor.
Espero que no desistan de su afán de mejorar sus condiciones laborales aunque les llamen ninis o flojos, no dejen de gritar en las calles para abrir los oídos de quienes no quieren escuchar las injusticias, no dejen de andar en bicicleta o en patineta si eso les da libertad, pero sobre todo, no dejen de ser el aliento de quienes lo han perdido. ¡Jóvenes, por favor, sean la vida de un pueblo sumido en la muerte!