Mucho se ha discutido últimamente sobre la interrupción del embarazo, la despenalización del aborto, los derechos de las mujeres sobre sus cuerpos y decisiones, los tintes religiosos, moralistas y egoístas de las personas que se dicen pro vida, las manifestaciones de mujeres y hombres que expresan sus posturas al respecto. También las redes sociales han estado envueltas en “discusiones” sobre estos temas. Así que no me detendré ni ahondaré mucho en la necesidad y urgencia de legalizar una práctica que mata a las más vulnerables y que es consecuencia de violencias sociales diversas, sí, como las violaciones, pero también como las desigualdades, la opresión, la discriminación, los prejuicios y la obligación social de ser madres y cuidadoras, a costa de todo.
Hoy quiero externar un acontecimiento que me hizo reflexionar sobre algunas personas y sociedades que luchan por prohibir y penalizar el aborto, pero que jamás se atreverían a luchar por su prójimo, para que tenga una vida digna y libre de violencia. Más aún, la justifican y la practican. Lo digo a partir de lo que veo y escucho con la gente que sin otro argumento agrede y menosprecia a las personas que no piensan igual, porque su experiencia de vida les ha mostrado otros caminos. Somos muchos mundos en este mundo, y como tal, hay que respetarlos, comprenderlos y coexistirlos.
A fines de septiembre, se realizaron en México diversas marchas y manifestaciones de la marea verde, exigiendo resguardar los derechos de las mujeres a decidir, pero sobre todo, para pedir el aborto legal. Ese día 28, vi diversas publicaciones y fotografías que me incitaron a reflexionar sobre lo que sucede en México y el mundo. Mi conclusión siempre ha sido la misma: apoyo las manifestaciones contra el statu quo que nos ha hecho daño, pues necesitamos repensar y replantear nuestra realidad. El cambio es necesario, quedarnos como antaño es negar que somos humanos y todos los días somos diferentes. Además pensé que en Toluca es necesario y urgente que se abra el diálogo, que se escuchen las diversas voces y opiniones. Celebré, por supuesto, la lucha diaria de las mujeres que llevan el pañuelo verde, la mayoría de las cuales han tenido la oportunidad de estudiar y probar nuevos horizontes. Sé que ellas no luchan por sí mismas, sino por las otras, las que no pueden salir a las calles.
Fue así que en una publicación de Facebook escribí: “Bien por la lucha. Toluca verde”. Y estas fueron las respuestas (los errores ortográficos son de origen):
“Con esa cara ya sabemos por que perteneces a la ola verde”, “No tienes cerebro”, “Tu cara me da repulsión asnos un favor visita a tu ginecólogo que te quite la matriz y asunto arreglado tonta”,
“Estás bien culera perra a ti quien te va a querer embarazar no digas pendejadas pinche adefecio”, “Ahora si van a poder abrir las piernas sin responsabilidad alguna”, “No tienen cerebro”, “Toluca pendeja”.
Sí, esas fueron las respuestas a mi publicación. Debo confesar que me siguen sorprendiendo cada vez que las leo, no puedo creer aún que personas que se digan a favor de la vida se expresen de esa manera, muestren tanto odio en sus palabras, pero sobre todo, que no se presten al diálogo, antes que nada, desprecien, desprestigien, ofendan y juzguen a una persona o una situación.
Debo confesar que aunque los mensajes detrás de la red social se dirigieron a mí, no me hicieron sentir mal ni ofendieron mi vida, pero sí me indignaron y me llenaron de rabia en momentos en que el conservadurismo y las instituciones como las iglesias, deben replantearse, ser autocríticas y entender que la realidad es cambiante. Luchar por mantener el statu quo, es luchar por unos privilegios, por una moral que también tiene que adaptarse a los nuevos tiempos.
¿Será posible que antes de desprestigiar el feminismo se busque entender el porqué de su existencia? ¿Será posible que las personas que ponen al frente el crucifijo y se ofenden por estas marchas, se presten al diálogo, a la lectura y la reflexión? ¿Será posible que los pro vida puedan dejar de pensar en que la vida es sólo respirar, y que piensen por un momento que vivir es también tener condiciones dignas todos los días?
Y que quede claro que mis afirmaciones no buscan atentar contra ninguna postura religiosa, entiendo el quehacer de la fe y las creencias. Lo que pretendo es poner sobre la mesa la necesidad de replantear nuestras necesidades como mujeres y como hombres a partir de ver a conciencia lo que la moral, los valores y el orden social nos han impuesto y ahora no encajan con lo grande y compleja que se ha vuelto la sociedad. No podemos seguir pensando como en la Edad Media cuando nos encontramos en pleno siglo XXI, cuando las mujeres hemos logrado grandes hazañas y seguimos siendo pilar en la reproducción de la sociedad, pero ahora, somos distintas.
Pretendo que las personas que piensan como aquellos que escribieron los comentarios y quienes pensamos distinto, podamos dejar el egoísmo y las creencias ciegas a un lado, y comencemos a tender la mano a quienes necesitan más apoyo, a quienes han sido históricamente arrinconados por la historia y violentados por los credos y las urgencias de los poderosos. La violencia contra las mujeres, sus cuerpos y sus libertades es real, sobre todo, contra quienes no han disfrutado de tantas oportunidades como las que muchas hemos tenido.
Importante dejar de pensar que el feminismo y las marchas son en contra de los hombres. Dejar de creer que nada pasa y que las mujeres deben seguir siendo atacadas porque “abren las piernas”. Seguir pensando así es negar rotundamente que las sociedades actuales siempre ponen en el centro del pecado a la mujer y además se espera que resuelva y aguante, a pesar de su opresión. Estamos a tiempo de repensarnos, de criticarnos, de ser valientes para afrontar lo que nos ha hecho daño, pero sobre todo, de ser sensibles ante lo que les hace daño a los y las demás. Pensemos en el otro, antes de juzgar y desprestigiarlo. ¡La historia lo demanda!