Cuando supe de ti, la curiosidad rondaba mi cabeza. Mi padre te conoció tiempo atrás y algo debiste hacer que lo tenías impresionado y hasta me atrevo a decir que un tanto orgulloso. Confieso que lo nuestro no fue amor a primera vista, pero me hizo quererte al minuto uno de la empatía que me diste… Tal vez, porque tienes el alma de pirata.
No siempre te visité, pero sabía de ti por mis tíos, mis compañeros de escuela y para mi sorpresa, por los periódicos que llegaban puntuales a casa todas las mañanas.
Un día, mi padre dijo que iríamos a verte, que toda la familia estaría junto a ti para apoyarte pues llegaba a visitarte alguien incómodo, alguien del DF… Un riquillo fanfarrón, hijo de papi que de bravucón no lo bajan. Nerviosa fui con mi mejor ropa (obviamente para dicho acontecimiento, en rojo y azul tus colores favoritos) y fue entonces cuando lo supe. Por ti conocí el amor y, por ende, el significado de la alegría, pero también del dolor.
Pasaron los años y como en toda relación tuvimos nuestras altas y bajas, y aún cuando te fui infiel muchas veces, siempre regresaba a ti esperando me perdonaras, cosa que hiciste y nunca reprochaste.
Podría decirse que nuestro idilio no era del todo perfecto, pero nos hacía ilusión imaginar lo lejos que podrías llegar, me atrevo a decir que el 2015 fue nuestro mejor año, hasta que fuiste utilizado por un hombre que nunca sintió el mínimo de aprecio por ti, por tu casa, por tu gente, por la historia de tu vida. Un hombre que te utilizó para obtener los favores de un tal Lázaro y después, para intentar quedarse en nuestro rinconcito donde hacen su nido las olas del mar.
Desde que ese hombre llegó nada volvió a ser igual. Eran pleitos, reproches, corajes y mucha tristeza. Todo lo perdías y poco ganabas. En los últimos días pasamos del cielo al infierno, lugares tan distintos, que terminan por parecerse uno al otro, y aún cuando luchaste por no fallar, no te quedó más que decir adiós.
Me sigo negando a la idea de no verte más y aferrandome a la inmensa rabia que me dejas. Pero como el amor verdadero todo lo puede y todo lo perdona, unos minutos después de que cesó la horrible noche, me puse en la tarea de hacer un balance de lo que han sido estos muchos años en que hemos caminado juntos de la mano. No solamente no encontré ninguna razón de peso para sacarte de mis afectos y buscar nuestro divorcio, sino que me di cuenta, una vez más, de que mientras haya mañana, habrá esperanzas.
Por eso, hoy más que nunca, desde la distancia de la desafiliación te declaro mi amor. Seguiremos caminando juntos porque lo que no nos mata el sentimiento, lo hace más fuerte. Finalmente el amor, como el fútbol, nos da revancha. Por eso, seguiré aquí, a tu lado, en las muchas malas y en las pocas buenas… Mis tiburones rojos del Veracruz, por ti seré, por ti seré.
Lucía Hernández Sánchez
Vivo entre deportes y George Harrison, la música entre mis pasiones y amores.