Niñas y niños trabajadores en pie de lucha

“El trabajo digno es cuando trabajamos sin explotación,
vamos a la escuela, comemos, pero sí trabajamos también, no nos explotan”. Leidy, 11 años, niña chiapaneca trabajadora

Hablar del “deber ser” actualmente, parece ocioso, pues nos enfrentamos a una realidad diversa, compleja y descuidada. Claro que las niñas y niños “no deben” ser violentados, “deben” asistir a la escuela y “no deben” trabajar. Claro que los adultos “debemos” respetar sus derechos, acompañarlos en su lucha diaria por tener una vida más digna y ayudarlos a cumplir sus deseos. Pero ese “deber” queda superado por algo que ojalá fuera ficción, pero no, es la realidad de todos los días: las niñas y niños trabajadores existen y sus derechos no son respetados. Les contaré un par de historias, para empezar.

Amina es una niña africana de 14 años que es obligada por su abuela a salir de su pueblo, para evitar su matrimonio con un hombre mayor y el futuro de miseria que le espera ahí, pues es difícil la vida en ese lugar donde hay poco trabajo y alimento. En esa huida, se topa con traficantes de personas de los cuales escapa. Al llegar a Accra, capital de Ghana y verse sola en esa gran ciudad, no le queda más que trabajar de cargadora en un mercado y prostituirse para poder pagar su renta. Al ver que las cosas se ponían cada vez peores, decidió buscar la forma de irse a su pueblo, pero fue sometida sexualmente por un hombre quien la dejó embarazada y ya no pudo irse, así que sigue trabajado sin parar.

Guie´dani es una niña indígena zapoteca que sale de su comunidad oaxaqueña para emplearse, junto con su madre, como trabajadoras domésticas en una casa en Ciudad de México. La familia que las emplea, en apariencia tiene buena actitud y trato hacia ellas, pero frecuentemente, se expresan despectivamente de su cultura y su forma de ser y hablar. Guie´dani escucha en varias ocasiones esas expresiones, lo que le recuerda que ese no es el camino que quiere seguir en su vida, así que hace todo lo posible por mostrar que ella no está hecha para ser tratada de esa forma. Es rebelde y no quiere ser esclava.

Estas son dos historias de película, pero que tienen una tremenda cercanía con la realidad actual. La primera es “El destino de Amina” de Kwabena Gyansah y la segunda “El ombligo de Guie´dani” de Xavi Sala. Amina es representada como una niña que trata de sobrevivir sola en un ambiente adverso, a pesar de que ella nunca quiso salir de su pueblo, pues le gustaba estar con su madre. Guie´dani es representada como la hija de la empleada doméstica, no como niña trabajadora, a pesar de que varias labores dentro y fuera de la casa, las hace ella por “ayudar” a su mamá.

Y bueno, así pasa todos los días, no vemos o no queremos ver, el trabajo que hacen los niños y niñas y que nos permite subsistir como sociedades. No sólo el trabajo adulto es trabajo y merece las mejores condiciones, también el trabajo de ellos y ellas que desde muy pequeños se emplean, es trabajo y merece las mejores condiciones.
El 12 de junio es considerado el Día Mundial contra el Trabajo Infantil.

Actualmente, se calcula que hay más de 151 millones de niños y niñas víctimas de trabajo infantil. De esta cantidad, casi la mitad (72.5 millones), ejercen alguna de las peores formas de trabajo, como esclavitud, trata, trabajo forzoso o reclutamiento para conflictos armados, según información de la UNICEF. En América Latina y El Caribe hay aproximadamente 17.4 millones de niños y niñas trabajadoras, es decir, que el 16% de los niños y niñas de esta región, trabajan.

Es importante mencionar que la UNICEF llama trabajo a lo que contraviene las normas de la Organización Internacional del Trabajo que aparecen en las Convenciones 138 y 182, es decir, todos los menores de 12 años que trabajan en cualquier actividad económica, así como los que tienen de 12 a 14 años que no hacen un trabajo ligero y a los niños y niñas sometidos a las peores formas de trabajo infantil.

En México, se estima que hay 3.2 millones de niños y niñas menores de 17 años que trabajan, de los cuales, 62.7% son hombres y 37.3% mujeres. Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Puebla y Veracruz concentran el 58.7%, de acuerdo con datos del INEGI. El organismo humanitario World Vision, ha señalado a México como el segundo lugar en casos de trabajo infantil en Latinoamérica.

Así que, estas cifras bien que nos muestran esa realidad que no queremos ver. Además, falta sumar el trabajo que los niños y niñas hacen en sus hogares, no como parte del apoyo y solidaridad familiar, sino como una explotación dentro de sus propias familias, pues “les toca” cuidar a sus hermanos y hermanas, atender a sus padres, asear el hogar, y en muchos casos, también realizar algún tipo de venta que no es remunerada.

La Asociación civil Melel Xojobal, que tiene una amplia experiencia en la atención del trabajo infantil en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, ha mostrado su interés en la reivindicación del trabajo digno que niñas, niños y adolescentes realizan en la lucha por una vida buena, pues su trabajo tiene un gran valor, y más que erradicar el trabajo infantil (algo prácticamente imposible en una sociedad tan desigual como la mexicana), piden garantizar y proteger los derechos humanos de la niñez trabajadora.

Es justo, en primer lugar, abrir los ojos y saber que lo que ellos y ellas hacen es un trabajo digno, y si no lo es, se convierte en explotación. En segundo lugar, reconocer que el trabajo en el hogar también es un trabajo y no sólo algo que “deben” hacer por la familia. Y finalmente, poner atención en la defensa de sus necesidades y derechos. ¡Basta ya de verlos como inferiores y de cerrar los ojos ante lo que están aportando económica y socialmente!

En seguida, algunas y algunos niños se presentan ante ustedes, lectores, para que sepan que ahí están.

– “Me llamo Jazmin Janeth, vivo en Zacualpa, tengo 18 años y pues me dedico a la venta de frutas y legumbres”.

– “Soy Leidy, tengo 8 años, trabajo en Santo Domingo y me dedico a tejer”.

– “Mi nombre es Yessenia, tengo 11 años, trabajo en Santo Domingo y ayudo a mi mamá a vender”.

– “Hola, soy Elisa, tengo 12 años y me dedico a trabajar”.

– “Me llamo Rubisel, tengo 12 años, trabajo haciendo pulseras con mi mamá”.

Si quieren conocer a Jazmín, Leidy, Yessenia, Elisa y Rubisel, pueden buscar el video realizado por Melel Xojobal y difundido el pasado 12 de junio de 2020 en sus redes sociales.

Dulce Reyes

Licenciada en Comunicación y Maestra en Estudios para la Paz y el Desarrollo, ambas por la Universidad Autónoma del Estado de México. Es periodista y se ha desempeñado también en la academia como investigadora de temas sociales.

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